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martes, 1 de abril de 2014
Para ser generoso
Por:Salvador Sostres
El Mundo España.
El peor defecto, y también uno de los más frecuentes, es la ingratitud. Cuando haces un favor, sobre todo si es importante y ya no digamos si consiste en dejar dinero, has de saber que no sólo no van a agradecértelo sino que lo más probable es que acabes siendo insultado por ello. Lo que tú diste con amor, ellos como una humillación lo recibieron.
De un modo dramático descubrirás cómo la generosidad suele tener, al final, un gusto amargo.
El sentido trágico de la vida no sólo se manifiesta en la finitud de lo que somos y hacemos, sino en la tremenda contradicción de que la mayor virtud, que es la generosidad, y la entrega a los demás, suele tener consecuencias desoladoras y decepcionantes. El resentimiento social y personal que puede llegar a generar un acto de amor puro y desinteresado es la metáfora perfecta de hasta qué punto estamos solos y rodeados.
La gran lección no es dejar de ser generoso, ni optimista. La gran lección es saber que todo depende de nosotros, y que a pesar de que continuaremos ayudando tanto como podamos, es siempre una ingenuidad esperar algo de los demás.
La gran lección es que para ser generoso hay que ser mucho más fuerte y mucho más valiente que para ser un miserable tacaño. Ser tacaño es fácil, como ser pobre. Lo que cuesta es ser rico, y fuerte, para no enloquecer. Fuerte para saber que sólo en el amor crecemos, y en la felicidad que en los demás somos capaces de crear. Hay que ser fuerte, para ser rico y generoso. Mucho más fuerte. Y también mucho más valiente, para aguantar la decepción y el dolor que precisamente por haber sido bueno conocerás.
Así es el mundo y así somos nosotros. No puedo decir que no me parezca mal. Si Dios nos volviera a mandar a su Hijo, lo volveríamos a crucificar.
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