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viernes, 25 de abril de 2014

Gestión diplomática de los mandatarios

Por Manuel Morales Lama. Listín Diario. RD. En el escenario internacional, en la dinámica de la denominada diplomacia directa, “las visitas al exterior” de carácter oficial que realizan los jefes de Estado (y de gobierno), en los marcos y motivos más diversos, se han convertido en un factor esencial de las relaciones internacionales contemporáneas. En ese contexto debe recordarse que en el régimen presidencial las calidades de jefes de Estado y de gobierno son ejercidas por la misma persona, a quien por tal razón le corresponde asumir las responsabilidades de ambas funciones y consecuentemente cuenta con mayor poder (R. Borja). Cabe puntualizar que el ejercicio de la diplomacia, a través de los mandatarios, se considera una efectiva modalidad de diplomacia “ad hoc”, que el derecho diplomático contemporáneo denomina diplomacia directa, diplomacia “personal” del jefe de Estado o también “en la cumbre”. Tales encuentros de mandatarios suelen responder hoy a la necesidad de que los “responsables nacionales supremos”, puedan entenderse de manera directa acerca de aspectos fundamentales de sus relaciones recíprocas. De esa forma se facilita que los mandatarios participen personalmente en negociaciones de determinado carácter y significación, entre otros esenciales asuntos (I. Moreno/A. Plantey). Si bien es cierto que los encuentros entre mandatarios resultan decisivos para superar diferencias, buscar entendidos políticos, concretar proyectos de cooperación y promover y desarrollar mayores intercambios económicos y comerciales, según sostiene C. de Icaza, su eficacia depende generalmente de factores coadyuvantes y del cuidado de la propia preparación previa. En ese plano es preciso apuntar que tanto en las tareas preparatorias, como dando el soporte necesario durante la visita y, sobre todo, en el seguimiento de los resultados alcanzados, el papel de las misiones diplomáticas, profesionalmente manejadas, y de la propia Cancillería, sigue siendo insustituible. En este ámbito, en los regímenes presidenciales las acciones que corresponden a los mandatarios no se circunscriben a la diplomacia directa, su competencia se extiende, entre otras importantes ejecutorias, a la formulación y dirección de la política exterior, “a dirigir las negociaciones diplomáticas”, a recibir a los mandatarios extranjeros y a representantes de los estados (como son los jefes de misiones diplomáticas acreditados en el país), al nombramiento y envío al exterior de los embajadores y también de los representantes permanentes (acreditados ante los organismos internacionales), así como de los demás miembros del servicio exterior, (en el caso de los embajadores, su designación requiere la aprobación del Senado) y, asimismo, a la concertación y puesta en vigor de los tratados, una vez que hayan recibido la aprobación parlamentaria correspondiente. Los mandatarios, igualmente, tienen la facultad de autorizar (o no) a sus connacionales para que puedan ejercer cargos o funciones públicas de un gobierno extranjero (u organismo internacional) en el territorio nacional y para que puedan aceptar y usar condecoraciones y títulos otorgados por gobiernos extranjeros. En lo concerniente a las denominadas “visitas de Estado”, éstas por evidentes razones son consideradas las de mayor jerarquía y significación. Sin embargo hoy tiende a aceptarse, de parte de ciertos países, la puesta en práctica de otra modalidad de visitas de mandatarios, cuyo programa y ceremonial no revisten la rigurosidad y complejidad de las “visitas de Estado” y se denominan “visitas oficiales”. Estas últimas están determinadas por la naturaleza de la invitación del Estado anfitrión y, desde luego, ameritan la aprobación del Estado del mandatario visitante. Suelen denominarse también “visitas oficiales”, entre otras, a la representación que realiza el jefe de Estado en la toma de posesión de otro mandatario, así como su asistencia a otros importantes eventos y grandes conmemoraciones del Estado visitado, a los que también asisten, con igual propósito, un significativo número de mandatarios y altos dignatarios. En lo relativo a las cumbres de mandatarios, actualmente éstas conforme a la naturaleza de su convocatoria, se ocupan de los más diversos asuntos de interés internacional. En la dinámica de las mismas, en adición a la efectiva participación en sus fundamentales trabajos, los mandatarios pueden tener “fructíferos” encuentros bilaterales, que requieren ser oportunamente pautados, incluso adecuadamente planificados. Recuérdese que el calificativo de diplomacia directa que se concede a la modalidad de diplomacia precedentemente tratada, se fundamenta en el hecho de ser acciones de carácter diplomático que no se llevan a cabo por intermedio de una misión diplomática, que es la ejecutora habitual de tales acciones. Asimismo, debe señalarse que en la actualidad la diplomacia directa, además de referirse a los encuentros de mandatarios, suele usarse también para denominar los contactos, sin intermediarios, de Ministros de Relaciones Exteriores, o de otras “carteras”, y sus homólogos. Podría finalizarse, con una edificante referencia histórica, al recordar la célebre frase de Armand Jean du Plessis, Cardenal de Richelieu, que dice: “Saber estar e incluso poder estar siempre a la altura de las circunstancias, es lo que confirma la calidad y eleva la estatura del hombre de Estado”. El autor es Premio Nacional de Didáctica y embajador de carrera.

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