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lunes, 18 de noviembre de 2013

EL PERIPLO HAITIANO

Por Rafael Núñez
Diario Libre República Dominicana.
 
El flamante canciller haitiano Pierre-Richard Casimir encabezó un periplo por la región caribeña que le colocó en una posición marginal respecto de sus funciones como jefe de la diplomacia de su país (no dejo de reconocer su derecho a la defensa del interés haitiano), para llevar a cabo una cruzada incitadora por la comunidad caribeña para que se vote una condena contra República Dominicana, por la aplicación de la sentencia del Tribunal Constitucional 168-13.
Con una actitud que desdice mucho de la posición que ostenta, el señor Casimir se embarcó en un recorrido que lo llevó a Trinidad y Tobago, Surinam, Bermudas, Brasil, Venezuela, San Vicente y Las Granadinas y otros países de la región, con un discurso salpicado de agresividad contra la República Dominicana, intentando convencer a los gobiernos de los países visitados, no solo de que propiciaran un voto de condena contra la República Dominicana por asumir un derecho soberano que le asiste, sino con el objeto de crear confusión en relación con el alcance de la sentencia 168-13.
Desde las reprochables muertes de haitianos en el año 1937 por parte del régimen de Rafael L. Trujillo, no se conoce una actitud haitiana similar a la asumida por una parte del actual gobierno vecino contra nuestro país que, en el caso de la sentencia 168-13, el jefe de la diplomacia haitiana la asume personal, fletando un avión con una amplia comitiva de funcionarios para tratar de enrarecer nuestras relaciones con los amigos del Caribe.
No es casual que en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) haya sido el representante de San Vicente y Las Granadinas, una isla incluida en el recorrido del canciller, quien lleve la voz cantante para que esa instancia aprobase una resolución condenando al país por ejercer un derecho que ni Haití ni los representantes del Congreso estadounidense tienen facultad para cuestionar. ¿Por qué los 19 miembros de la Cámara de Representantes que enviaron la carta al presidente Danilo Medina, hacen silencio cuando los haitianos que intentan llegar a las costas americanas sin documentos, son devueltos por su gobierno en las mismas embarcaciones frágiles en que llegaron, sin importar que atraviesen por circunstancias como las que vivieron luego del terremoto? Entonces, ¿no se le tilda de apartheid ni genocidio una acción de esa naturaleza?.
No discutimos que el canciller haitiano asuma su nacionalidad con orgullo y defienda los intereses del país que le vio nacer, pues otra cosa no se puede esperar del hijo de esa Patria. Lo que no está bien es que el jefe de la diplomacia de Haití haya utilizado su influencia en el Caricom y el Cariforo para visitar los países con quien también República Dominicana tiene relaciones cordiales para incitar a que esas naciones voten una resolución de condena y hasta se nos eche de esos foros regionales
La Cancillería dominicana ha manejado el tema sin pasión y con fino tacto, como corresponde entre dos países vecinos, que hacen fronteras, y que en los últimos años hemos mantenido relaciones cordiales. ¿Qué es lo que hay detrás de toda esta virulencia verbal desatada?
Independientemente de las pasiones, las emociones, los nacionalismos y de la parte humana de los haitianos sin documentos, los dos gobiernos deben sentarse a conciliar y buscar soluciones. Haití no está llamado a echarle leña al fuego a un problema tan complejo como el de la migración hacia nuestro territorio, como ocurrió una vez el presidente Medina dio la espalda tras su visita con su homólogo haitiano.
Se entiende que la sentencia iba a tener sus cuestionamientos de cualquier modo, pero careció de un Plan Estratégico de Comunicación, de sensibilización y explicación de su contenido, lo que originó confusión de entrada en las más altas instancias cuando desde allí opinó sin contar con una estrategia coordinada de defensa de la decisión.
Con un Plan Estratégico de Comunicación soportado en las líneas de defensa de la sentencia, de parte de todos los actores del Estado, se asumía un discurso común y una posición homogénea a los intereses del Estado dominicano, independientemente de visiones marginales de algunos actores dominicanos. Esta sentencia tiene efecto vinculante para todos los órganos del Estado. Ningún actor del Estado puede atacarla públicamente, luego de adoptada. Solo en este país, quien queda como minoría en un órgano, sale a atacar la posición de mayoría, que por vía de hecho se convierte en institucional.
¿Qué tiene de positiva la actitud asumida por el canciller Casimir? Que tomó primero la iniciativa y nosotros salimos a defendernos, como siempre. No es que se le niegue a ningún funcionario de la categoría del canciller Casimir el propiciar la defensa del interés nacional, de lo que se trata es de bajar las tensiones en el plano que se debe discutir: el diplomático. La confusión y las incomprensiones que hay en gran parte de los haitianos es responsabilidad, en parte, de nosotros.
Hay que saludar la posición adoptada por la mayoría del Tribunal Constitucional, como también con la actitud de la Junta Central Electoral, entidad que ha jugado su rol sin utilizar y asumir posiciones racistas, nacionalistas a ultranza o mostrar menosprecio por los nuestros vecinos.
El canciller Casimir, insisto, está en el deber de levantar una bandera de defensa de sus compatriotas (es su derecho legítimo), sin embargo lo que se sale del ámbito de un jefe de diplomacia es el hecho de encabezar una campaña por los países que son del Caribe, amigos de República Dominicana, para incitarlos a que asuman posiciones antidominicanas. El canciller Casimir es testigo, al igual que sus demás compatriotas, del papel que jugamos en los momentos cruciales de aquel país, lo que ha sido resaltado en el plano internacional, incluso por voceros que hoy toman la sentencia como pretexto para acusarnos de racistas y nazistas.
Las voces opacas criollas que, en el territorio nacional, vociferan y condenan la sentencia 168-13, tienen diferentes matices. Unas, lo hacen por pura politiquería barata para seguir dándole vuelta al odio resultante de sus frustraciones políticas, mientras otras son legítimas, que tienen raíces en criterios propios; en tanto, hay una tercera postura que la mueve el oro que les da de comer a las ONGs.

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