AFP. El acuerdo nuclear preliminar entre Irán y las potencias internacionales es una cosecha tardía de la política exterior transformadora que el presidente estadounidense Barack Obama siempre impulsó y vislumbró.
Ese es uno de los motivos por los cuales sus adversarios republicanos desconfían del acuerdo, al que ven como resultado de una doctrina diplomática débil que busca acercarse a los enemigos de Estados Unidos a expensas de los amigos.
El acuerdo, forjado tras intensas negociaciones entre Irán y las potencias mundiales, es el avance más importante registrado en más de 30 años de hostilidad, si no odio, entre Washington y Teherán.
Pero significa más para el presidente que una hasta ahora esquiva victoria en una lúgubre temporada política: representa la esperanza de validación de varios aspectos centrales de su visión política, incluyendo la idea de que Estados Unidos debería hablar con sus enemigos, de que la fuerza militar debe ser el último recurso, de que la no proliferación debería ser el centro de la política exterior estadounidense.
Si el acuerdo preliminar con Irán evoluciona hacia un entendimiento más amplio que el aspecto nuclear, sería un paso para convertir el legado de Obama en el de un estadista.
Asimismo, el entendimiento se produce en momentos en que la base de su agenda doméstica -la idea que un gobierno activista es una fuerza para el bien- es puesta a prueba por el lamentable debut de su reforma de la salud.
El acuerdo preliminar con Irán se gestó lejos del confortable hotel de Ginebra. Se vislumbró por primera vez en un debate presidencial entre aspirantes presidenciales demócratas en 2007 en Carolina del Sur (sureste).
En aquella ocasión, Obama repudió "el eje del mal" trazado por el gobierno del entonces mandatario George W. Bush y sacudió el establishment de política exterior al ofrecer un compromiso con los enemigos de Estados Unidos, Irán incluido.
"La idea de que no hablar con los países es un castigo para ellos (...) es ridícula", dijo entonces Obama, que evocó las conversaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética encabezadas por los presidentes John F. Kennedy y Ronald Reagan.
En su primer discurso inaugural como presidente, Obama tendió la mano a los enemigos de Washington si ellos aflojaban los puños, pero fracasó en forzar a Irán a iniciar un diálogo durante su primer mandato.
Hasta la elección del presidente moderado iraní Hasan Rohani este año, el acercamiento con los enemigos dio pocos frutos, tal vez con la excepción de la apertura patrocinada por Estados Unidos de una Birmania gobernada por militares.
Los asesores de Obama argumentan que los éxitos de su política exterior incluyen el regreso de las tropas estadounidenses de Irak, y de Afganistán para fines de 2014.
Pero su legado carece del destaque que supondría la distensión con Irán, un logro comparable con acontecimientos mayores como la apertura de Estados Unidos con China durante el gobierno de Richard Nixon, o el fin de la Guerra Fría durante el gobierno de Ronald Reagan.
Obama, quien llegó al poder denunciando la "tonta guerra" en Irak, ha hecho un acto de fe evitar los conflictos de Medio Oriente y sus insospechadas consecuencias.
Fue blanco de burlas por "liderar de atrás" en Libia, y por su anuncio de última hora de atacar Siria. Prefiere la temible pero teledirigida guerra con drones.
Cualquier acuerdo para poner fin al programa nuclear iraní, por más imperfecto, que evite la acción militar, cuyo derecho no obstante se reserva a librar, cuajaría con su visión del mundo.
"Las opciones militares siempre son desprolijas", dijo Obama la semana pasada al ser consultado sobre Irán.
"Siempre son difíciles, siempre tienen consecuencias no intencionadas, y en esta situación nunca son completas en términos de asegurarnos de que luego no buscarán en el futuro dotarse de armas nucleares en forma incluso más vigorosa", afirmó.
A veces las bromas políticas señalan que finalmente Obama se está ganando el Premio Nobel de la Paz otorgado prematuramente en 2009. El chiste podría pincharse si logra un acuerdo a largo plazo con Irán.
Pero los adversarios políticos internos de Obama no están convencidos.
Muchos rechazan la idea de hablar con una nación a la que durante décadas Estados Unidos calificó de "imperio del mal".
La posición disminuida de Obama a un año de iniciado su segundo mandato tampoco ayuda.
"Este gobierno es (...) muy propenso a los anuncios pero se queda corto en lograrlos", dijo Bob Crocker, el líder republicano en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, el domingo a la cadena Fox.
Para Mike Rogers, el republicano que preside la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Irán ha recibido "un permiso para continuar con el enriquecimiento (de uranio) - que es precisamente lo que todo el mundo estaba intentando evitar que hicieran", dijo a CNN.
Pese a la antipatía en el Capitolio, Obama puede recurrir a una atribución del ejecutivo para cumplir con el compromiso de Estados Unidos de aliviar las sanciones contra Irán por un "modesto" monto de 7.000 millones de dólares, a cambio de que Teherán dé pasos para detener el avance de su programa nuclear.
El Congreso debatirá nuevas sanciones en diciembre para que entren en vigor dentro de seis meses, el plazo del acuerdo preliminar con Irán, y en caso de que no se alcance un pacto exhaustivo.
Pero el Congreso deberá levantar todas las sanciones si se llega a un acuerdo final, y Obama enfrenta la dura tarea de convencer a los legisladores que no solo desconfían de Irán, sino de su propio presidente.
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