El primer cuarto del
pasado siglo contempló un gran ensayo pacifista, a raíz de la terminación de la Primera guerra Mundial con la creación
de la sociedad de las Naciones en 1919.
Su primordial objetivo
era mantener la paz, como garantías mutuas a los grandes y pequeños estados, pero ese esfuerzo por preservar la
paz internacional fracasó poco después.
El mundo perdió así la
batalla por la paz, y se vio envuelto desde 1939, en los horrores de la más
despiadada contienda bélica de la historia, la Segunda Guerra Mundial, que
arrojó después de seis años trágicos, el balance de destrucción de millones de
vidas, de mutilados y heridos.
La sociedad de las
Naciones fue disuelta al término de la segunda Guerra Mundial y nació la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), denominada para ese tiempo como la
más vasta asociación internacional en la historia de la humanidad, y su fin
primordial es evitar la guerra.
Todo esto significa que
el sistema actual de la sociedad internacional persigue el mantenimiento de la
paz y la seguridad internacional; ya que la guerra no puede ser admitida como
medio de lograr soluciones internacionales; porque es calificada como un
delito, es decir que planear, iniciar o hacer una guerra de agresión o una
guerra que viole tratados, acuerdos o garantías internacionales constituye un
delito contra la paz.
Por lo tanto todas las
naciones tienen la obligación jurídica y moral de mantener y luchar por
conservar la paz en el mundo.
Desgraciadamente la
historia no ha confirmado que ese loable deseo manifestado en textos
internacionales de carácter obligatorio ha sido violado constantemente por
aquellos mismos Estados que contribuyeron a su redacción.
Ejemplos. La guerra en
el golfo Pérsico en 1991 constituyó una de esas violaciones a las normas
internacionales; formó parte de esas violaciones infortunadas; fue una guerra
que no tuvo sentido desde ningún punto de vista.
La ONU puso en
evidencia su ceguera e incapacidad. No se empeñaron en evitar lo que podía y
debían, a toda cosa.
Otro ejemplo es en el
2003, la humanidad se vio amenazada de nuevo con una contienda bélica. El
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mediante resolución 1441, obligó para ese entonces a Iraq a desarmarse y a
permitir que inspectores especializados de la ONU realicen a cabalidad un
trabajo de verificación y control.
Pero según el informe
presentado al Consejo de Seguridad el 27 de enero del 2003, por los dos jefes
de los inspectores de la ONU, hasta esa fecha no habían aparecido evidencias
que inculpen al gobierno de Saddam Hussein; sin embargo, persistió dudas en
cuanto a si efectivamente Iraq no oculta informaciones vitales relativas a la
posesión de armas de destrucción masiva. Estados Unidos no tuvo argumentos para
atacar al gobierno de Saddam
Diez años después (2013)
nos vemos casi al borde en otra violación a las normas internacionales y de otro conflicto bélico que aun no tiene definición pues si Siria no
cumple con el acuerdo en el primer semestre del 2014 no se sabe lo que
pasará.
El informe de los analistas internacionales de la ONU presentado
este 13 de septiembre tenía el objetivo expreso de investigar si se utilizaron
armas químicas como parte del conflicto en Siria, pero no buscaban culpables.
Y si Estados
Unidos hubiese atacado a Siria, es otra violación a las normas internacionales de la
paz; ya que el uso de la fuerza solo está permitido bajo la ley internacional
en defensa propia o por una decisión del Consejo de Seguridad de la Naciones
Unidas. Cualquier otra cosa es inaceptable en las leyes de Naciones Unidas y
constituye un acto de agresión.
Hasta ahora la diplomacia
jugó su rol y cuando falla ésta, las relaciones internacionales llegan a otras
instancias que pueden incluir el uso de la fuerza.
Jeovanny Terrero es un
Servidor de la Carrera Diplomática y Consular
de la República Dominicana
No hay comentarios:
Publicar un comentario