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miércoles, 23 de julio de 2014

La acción exterior cultural del Estado

Por Manuel Morales Lama. En el ámbito de las relaciones internacionales, la diplomacia cultural como piedra angular de la diplomacia pública desempeña hoy un importante papel, siendo considerada, tal como constata R. Taylor, el fundamento sobre el cual se pueden construir vínculos de confianza y comprensión mutua entre las naciones. En tal contexto, debe tenerse presente que el prestigio cultural de un país es un componente básico del denominado poder suave o blando (“soft power”), cuya importancia es fundamental para la construcción de una imagen internacional consistentemente favorable a los intereses nacionales. Actualmente, la ejecución de la denominada diplomacia cultural es un novedoso recurso que permite utilizar el acervo y potencial cultural de la nación en beneficio de sus relaciones exteriores. En ese marco, según sostiene M. Cummings, la diplomacia cultural es esencialmente “el intercambio de ideas, información, arte y otros aspectos de la cultura entre las naciones y sus pueblos para fomentar el entendimiento mutuo”. Téngase en cuenta que el intercambio comercial, la cooperación económica y los diversos proyectos de integración, suelen necesitar de la diplomacia cultural para avanzar en la dirección deseada. Evidentemente, el desconocimiento de la realidad sociocultural de los países del entorno puede ser muy perjudicial. Los prejuicios, las visiones y opiniones parciales, cuando no distorsionadas, de algunos países en relación a otros, dificulta, cuando no inhibe, el surgimiento de relaciones de confianza, y en consecuencia, los proyectos de cooperación (M. Arrosa Soares). Es oportuno recordar que la diplomacia pública, que está constituida básicamente por un conjunto de iniciativas destinadas a influir en la opinión pública en el exterior, tiene como propósito proyectar una imagen digna, atractiva y confiable del país, valiéndose de la promoción de su cultura y de sus auténticos valores y, asimismo, de la eficaz difusión de sus puntos de vista y también de la promoción (y defensa) de los intereses del respectivo país. Igualmente, entre sus objetivos se encuentra preminentemente la mutua comprensión entre las naciones. En el ámbito de la efectividad de sus acciones, la diplomacia pública suele contar con la implementación del consiguiente proyecto “estrategia marca país”, que consiste en esencia, en crear (o “construir”) una consistente “identidad visual” del país, en el marco de los objetivos de tal estrategia, valiéndose de los factores diferenciales (o particularidades), con que cuenta la nación en cuestión. Hoy, un número significativo de estados, con el claro propósito de crear su proyecto para la implementación de la diplomacia pública (y con ella el desarrollo de la diplomacia cultural), suelen definir su “estrategia integral” al respecto. Para lograr instrumentar ese proyecto se debe partir de la instauración de un efectivo programa de capacitación en diplomacia pública, dirigido al personal que laborará en su ejecución. Requiriéndose crear luego las instancias institucionales a manera de dirección general (o departamento), con sus correspondientes unidades, adecuadamente estructuradas para las diversas funciones a desempeñar. Asimismo, suelen incluirse entrenamientos en diplomacia pública en los programas regulares de formación, y en los de actualización, que generalmente se imparten en las correspondientes instituciones “formativas” de las Cancillerías. Conforme a los requerimientos contemporáneos, la formulación de una política exterior debe contemplar objetivos de carácter cultural y educativo. Han podido identificarse como fundamentales objetivos en ese marco, la promoción en el exterior de “los valores de la identidad nacional”, sean estos culturales, históricos o artísticos, mediante la difusión de las obras de los intelectuales y artistas nacionales, el folklore y otras manifestaciones del arte y la artesanía. En ese contexto, resulta esencial la protección y defensa, en el exterior, del acervo cultural e histórico de la nación. Así como profundizar las relaciones con los demás estados, mediante los planificados intercambios culturales. Igualmente, deben establecerse mecanismos para que los nacionales residentes en el exterior, y sus descendientes, cuenten con facilidades para mantener el conocimiento y contacto con su cultura e historia. Asimismo debe promoverse, planificadamente, la suscripción de acuerdos de cooperación, culturales y en materia educativa, equivalencias de estudios, defensa recíproca de bienes culturales y artísticos. También “captar consistentemente”, en el extranjero, las posibles opciones, en el ámbito de la cooperación, para la transferencia de tecnología y adelantos en los campos educacional y científico. Evidentemente, los asuntos culturales hoy son asumidos como el tercer pilar de la política exterior, conjuntamente con los imprescindibles asuntos de carácter económico (comercial y financiero) y político (y de seguridad), cuyos intereses han sido establecidos como prioritarios en los objetivos de la acción exterior del Estado. Conviene resaltar que las relaciones culturales por su naturaleza, resultan ser esenciales para asegurar, en determinada medida, la continuidad de los “vínculos de amistad” en períodos críticos de las relaciones entre las naciones. Recuérdese, finalmente, que según “reafirma” S. Saddiki, “el éxito de la diplomacia cultural depende del diálogo intercultural y del respeto mutuo”. El autor es Embajador de Carrera y Consultor Internacional. FUENTE LISTIN DIARIO RD

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