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Debido a que en los Estados Unidos como en otras naciones del mundo prevalece
el criterio de que todo el que nace en su territorio es nacional de su país,
algunas personas consideran que lo mismo ocurre en la República Dominicana.
Sin embargo, no es así. En nuestro país, conforme a la Constitución del 2010,
no podrán disfrutar de la nacionalidad dominicana aquellos que a pesar de haber
nacido en territorio nacional son descendientes de extranjeros miembros de
legaciones diplomáticas y consulares, así como de ®extranjeros que se hallen en
tránsito o residan ilegalmente.®
Así pues, la nacionalidad, por derecho de suelo o jus solis, no tiene lugar
de manera automática en la República Dominicana. Para que sea posible, se
requiere, además, la condición de que los padres de la criatura sean
dominicanos o residan legalmente en territorio dominicano.
El que por disposición constitucional no se conceda en forma automática la
nacionalidad dominicana a todo el que haya nacido en su territorio, ¿significa
que la República Dominicana es un país racista o que ejerce la discriminación
racial?
De ninguna manera, puesto que la determinación de la nacionalidad es un
derecho soberano que corresponde a cada país de conformidad con lo que
considere su interés nacional. Pero, además, la República Dominicana no es la
única nación en el mundo que ha establecido límites o condiciones al jus
solis.
Lo mismo ocurre en Suiza, Japón, Italia, Argelia, Turquía, Vietnam, Angola,
el Líbano, Siria y Ucrania, entre otros países, donde por el solo hecho de nacer
en su territorio no se dispone de su nacionalidad; y a pesar de eso, sin
embargo, nadie los califica de racistas.
El mito del racismo dominicano
Pero si el presunto racismo dominicano no puede establecerse por las condicionalidades impuestas al ejercicio del jus solis, hay quienes, no obstante, lo han intentado fundamentar a través del argumento de la supuesta negación dominicana a su color racial y a sus raíces africanas.
Pero si el presunto racismo dominicano no puede establecerse por las condicionalidades impuestas al ejercicio del jus solis, hay quienes, no obstante, lo han intentado fundamentar a través del argumento de la supuesta negación dominicana a su color racial y a sus raíces africanas.
Un reconocido investigador de la cultura negra y profesor de la Universidad
de Harvard, como es el doctor Henry Louis Gates Jr., en el capítulo que dedica a
la República Dominicana, en su libro, Black in Latin America, ofrece el dato de
que en un censo federal de los Estados Unidos, el 82% de los dominicanos
residentes en ese país respondió que eran de color indio.
Más aún, en una visita que hizo a nuestro país, pudo comprobar que al
determinar su identidad racial, la generalidad de los dominicanos no sólo se
describen a sí mismos como indios, sino que además han creado diversas
categorías, como las de indio claro, indio oscuro e indio rubio o jabao.
Obviamente, como eso es algo muy singular que se encuentra profundamente
enraizado en la cultura dominicana, y que tal vez para comprenderlo habría que
ser parte o estar muy cerca de lo nuestro, aún para un intelectual del nivel
del doctor Gates Jr., esta forma de identificarse del dominicano le resulta
indescifrable.
Para el prestigioso especialista de estudios afroamericanos, el que nos
identifiquemos como indios constituye una reivindicación de lo indígena, es
decir, de la cultura Taína, para de esa manera no reconocer nuestras raíces
africanas y, por vía de consecuencia, negar nuestra condición de negros.
Nada más alejado de la realidad. Aunque en términos semánticos lo parezca, al
identificarse como indios, los dominicanos no procuran reclamar su pasado
indígena, sino más bien reconocer su mezcla racial entre blanco y negro, que en
lugar de llamar mulato, como también podría ser, han preferido utilizar el
término indio.
Al referirse a estos temas, en su libro, La Noción de Período en la Historia
Dominicana, una mente tan acuciosa como la de nuestro Poeta Nacional, Pedro Mir,
alega que ®el término tradicional para designar el producto de la fusión de esas
razas en nuestro país ( negro y blanco), ha sido el vocablo trigueño,
probablemente introducido por los españoles en razón de que en este país no se
cultiva el trigo. El trigueño evoca el color dorado, que no blanco, de los
trigales, y está sobrecargado de alusiones poéticas, que no afectan y más bien
halagan la dignidad de las personas.
®Los franceses llamaban a sus mestizos rouges, rojos, en Haití. Pero los
mismos españoles impusieron en Cuba un término peyorativo e insultante: mulatos,
derivado de mulo que es una bestia híbrida. De allí pasó a Haití, mulatre, con
la misma carga peyorativa.
®En Santo Domingo este vocablo ha sido rechazado en beneficio de indio que, a
su vez, ha desplazado a trigueño, por el patrocinio oficial, como identificación
en los documentos públicos.®
De manera que en la tesis de Pedro Mir, al proceder a señalar nuestra
identidad racial, los dominicanos decidimos no llamarnos mulatos, ya que podría
implicar que se nos confundiera con mulos; y optamos, por el contrario, por la
de indio, no por negación a nuestras raíces africanas, ni tampoco por evocación
a nuestros antecesores indígenas, sino simplemente porque configuraba la nueva
identidad que emergía de la mezcla de dos razas: la negra y la blanca.
Por consiguiente, no puede haber una actitud racista al considerarnos como
indios, pues si bien en ese término no se hace referencia a las raíces negras
africanas de nuestra cultura, tampoco se formula ningún señalamiento con
respecto a los orígenes blancos de la hispanidad.
Lazos de solidaridad
Los primeros esclavos negros traídos al Nuevo Mundo llegaron a la isla de la Española a principios del siglo XVI, en la parte que es hoy la República Dominicana, lo cual nos permite afirmar que somos la cuna de las raíces africanas en América Latina y el Caribe.
Los primeros esclavos negros traídos al Nuevo Mundo llegaron a la isla de la Española a principios del siglo XVI, en la parte que es hoy la República Dominicana, lo cual nos permite afirmar que somos la cuna de las raíces africanas en América Latina y el Caribe.
Sometidos a condiciones inenarrables de explotación en los ingenios
azucareros, los esclavos negros empezaron a resistir los mecanismos de opresión
impuestos por la dominación colonial, y fue así como en el año 1522 se produjo
en el ingenio de Diego Colón, en Nigua, la primera rebelión de esclavos negros
en América.
Esa fue la primera manifestación de rebeldía contra la explotación y en favor
del reconocimiento de la dignidad humana que se produjo en la historia de
nuestros pueblos, y ocurrió también aquí, en lo que es hoy la República
Dominicana.
Pero años más tarde, hacia 1532, se registra en nuestro territorio uno de los
acontecimientos épicos más estremecedores de su tiempo, el cual se anticipa en
más de dos siglos en anunciar lo que sería el futuro de la esclavitud negra en
el continente: el de la lucha sangrienta por la libertad y la igualdad de los
seres humanos.
Se trata de la rebelión de Sebastián Lemba y de unos 400 esclavos, que
constituyeron lo que tal vez podría considerarse como el primer grupo
guerrillero que operó en territorio de América Latina y el Caribe.
Sublevados en las montañas del Sur del país, Lemba y sus seguidores no sólo
resistían a las tropas españolas, sino que las atacaban por sorpresa en
distintos poblados, procediendo a liberar más esclavos e integrarlos a la
lucha.
Durante cerca de quince años, mantuvieron una lucha tenaz e infatigable por
la libertad, la justicia y el respeto a los derechos humanos, y si bien es
cierto que al final fue capturado y ejecutado por las autoridades coloniales, el
nombre de Sebastián Lemba, sin embargo, ocupa hoy un lugar de honor en la
historia universal por haber sido el primero en resistir y encabezar un
alzamiento prolongado contra la esclavitud negra en el continente.
Tanto la rebelión en el ingenio de Diego Colón como la sublevación de
Sebastián Lemba, son episodios hermosos de nuestra historia, que nos hacen
sentir complacidos de nuestras raíces africanas, y están ahí, como prueba
irrefutable de que donde nació la lucha contra la explotación racial y la
opresión colonial en América Latina y el Caribe, no puede haber un pueblo que se
considere racista o que promueva la discriminación racial.
Por trayectoria histórica, por tradición cristiana y por sentimientos
humanitarios, el pueblo dominicano es un pueblo fraternal, solidario y amistoso,
respetuoso de la diversidad cultural y orgulloso de su propia identidad.
Y esto así, aunque en lugar de negros, blancos, mulatos o trigueños, nos
sigamos identificando como indios.
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